¿Tienes un director espiritual? Conócete a ti mismo
Una vez me dijo el P. Antonio María Domenech: “La dirección espiritual siempre me ha parecido un regalo de
la Providencia para mí y para los demás. No es imprescindible para salvarse,
pero sirve de gran ayuda para aquellos que saben vivirla y tenemos la suerte de
disponer de alguien que nos acompañe espiritualmente. Ahora mismo es una gran
desconocida.”
Por eso me atrevo a lanzar este tema a los demás jóvenes,
especialmente a aquellos que quieren tomarse en serio la fe. En la vida
espiritual nos encontramos con un combate en nuestro interior entre las ideas
que nos inspira Dios, las que nos contagia el mundo, lo que encontramos en
nuestros ambientes, en las redes sociales, etc. Entre todas esas cosas, incluso
cosas buenas, no es fácil ver cuál es la voluntad de Dios, lo que le agrada, y
que a veces confundimos con nuestro gusto –no tiene por qué coincidir.
Para esa tarea, como bien afirmó el P. Domenech, es una gran ayuda contar
con alguien que nos oriente en nuestro camino espiritual. Lo más cómodo sería
querer ser autosuficiente, incluso viviendo bien la moral y la doctrina
católica, pero teniéndose a sí mismo como referencia. Pero si queremos vivir
una fe auténtica siendo honestos con nosotros mismos y con Dios, solos es muy
difícil. Como dijo Benedicto XVI a los jóvenes en la JMJ 2011 en Madrid, “No se
puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir por su
cuenta corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo”.
Ahora el reto está en pedir a un sacerdote, una persona
consagrada, o un laico (no tiene por qué ser un sacerdote, pero él cuenta con
la gracia de estado y también puede administrar el sacramento de la
Reconciliación en caso de necesidad), sin ir en busca tampoco del que me dé la
razón hasta dar con el que me diga sí a todo, un acompañamiento espiritual
serio. De tal forma, tendremos una gran herramienta para conocernos a nosotros
mismos en profundidad, ver nuestras inquietudes, nuestras intuiciones, nuestros
bloqueos, cómo afrontarlos, qué luces nos pueden hacer avanzar, etc. Busca en
tu parroquia, movimiento, cofradía… y abre tu corazón confiando en Dios y en su
Iglesia.
Hno. Miguel Jiménez, EdMP