29 de diciembre de 2025

Cuento de Navidad: el joven inquieto

Cuento de Navidad: el joven inquieto

 



Había una vez un joven que andaba preocupado con los problemas que tenía encima. Felipe no conseguía dormir, pues no encontraba sentido a las cosas que le pasaban: en su trabajo de becario no estaba contento, en su casa discutía con sus padres, un amigo suyo había dejado de hablarle por una tontería… Una de esas noches, revisando una caja de recuerdos de su abuela, se encontró con la Biblia que le regaló por su Primera Comunión. Por curiosidad, la abrió a ver qué se encontraba en ella. Hacía mucho tiempo que no la leía. En una de sus páginas leyó: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré” (Mt 11, 28). “Que yo os aliviaré” … se repitió a sí mismo. “Todos los que estáis cansados y agobiados” …

Se encontraba especialmente inquieto, así que decidió salir a dar un paseo. Iba pensando en aquellas palabras que había leído. Veía las luces de Navidad, y se preguntaba qué podría iluminar la oscuridad de su vida. Siguió caminando, y una fuerza interior le hizo dirigirse por una calle por la que no solía pasar. Se encontró a lo lejos con un edificio iluminado por dentro. En la pared colgaba una gran balconera que decía “No temas. Hoy ha nacido tu Salvador”. Un gran Niño Jesús sonriente ilustraba aquella lona roja.

Se sintió mirado por aquel tierno niño, y se acercó para verlo de más cerca. Era una pequeña iglesia que no conocía. Estaba abierta. No recordaba la última vez que había entrado en una, pero recordó de nuevo la frase que había leído en la Biblia: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré”. Así que se animó, y dentro vio una luz que iluminaba el altar. Era una capilla pequeña, con algunas personas rezando. En el silencio de la noche sintió en su corazón la sonriente mirada de aquel Niño Jesús. Y de nuevo el letrero: “No temas. Ha nacido tu Salvador”.

De repente, se sintió acogido por aquel lugar que le transmitía una paz especial. Y, sin saber por qué, se puso de rodillas en uno de los bancos de atrás. Allí, se dirigió a Dios, y le contó todos sus problemas, uno por uno. Cuando terminó su retahíla, se quedó mirando aquello que adoraban los demás que se encontraban en la iglesia. Sintió una gran paz, hasta el punto de quedarse dormido. Soñó con la Virgen María cuando el ángel se le apareció para decirle que iba a ser la Madre de Dios y le oyó cómo Gabriel le decía a la Virgen: “No temas, María” “Nada hay imposible para Dios”.

También soñó con José cuando un ángel se le apareció para que acogiera a María y a Jesús que lo llevaba en su vientre, y cómo le dijo “No temas”. Tuvieron que viajar y huir de un lado a otro, a Belén… Allí vio cómo los ángeles les decían a los pastores “No temáis. Hoy en la ciudad de Belén os ha nacido un Salvador”. La Virgen María y San José huyeron a Egipto, pero siempre se decían uno a otro: “No temas, confía en Dios”.

Felipe se despertó con un gran alivio en el corazón, se sentía inundado por la confianza en Dios. Entendió aquellas palabras “No temas” que le decía Dios a su corazón, y las que leyó en la Biblia de su Primera Comunión: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré”. Así que decidió confiar en Dios y ponerse en sus manos. Volvería a adorar al Señor como había hecho de niño. Miró a la Virgen que había en la capilla, y le pidió ayuda en ese propósito. En ese momento, entró un sacerdote a rezar. Felipe lo vio y le pidió confesión. Comenzó una nueva vida de mano de la confianza en el Señor, porque, como dijo el ángel a María, “Nada hay imposible para Dios” (Lc 1,37).


Hno. Miguel Jiménez, EdMP

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