No seas un
francotirador
“No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2, 18) dijo el
Señor en la Creación. Así también, cuando quiso escoger a Moisés para que
liberase al pueblo de la esclavitud, puso a su lado a Aarón (Ex. 4, 14). Y
cuando llamó a los Apóstoles para seguirle, los llamó a formar un grupo (Lc. 6,
12). Incluso se sirvió de alguno de ellos para llamar a otro, como en el caso
de Andrés cuando le dijo a su hermano Simón “Hemos encontrado al Mesías” (Jn.
1, 41). Y tú, ¿piensas vivir tu fe en solitario?
Cuando envió Jesús a los discípulos a predicar de dos en dos
(Lc. 10, 1), dejó claro el estilo de cómo vive su fe y da verdadero testimonio
un cristiano. Porque cuando estamos con otro hermano en la fe y practicamos la
caridad, quien lo vea puede decir como decían de los primeros cristianos:
“Mirad cómo se aman” (Hch. 1, 14); y se cumple el deseo de Jesús: “que ellos
también sean uno en nosotros para que el mundo crea” (Jn. 17, 21). Así también
se combaten las tentaciones de la soberbia, de creerse autosuficiente, de
aislarse de los demás, de tomarse a uno como referencia. Saber que necesitamos
de otro nos hace humildes y sencillos.
De este modo, además de dar un testimonio auténtico, podremos
ayudarnos a crecer. Viviendo la fe en comunidad, con algún grupo de referencia,
evitaremos una espiritualidad de autoservicio en la que podemos caer si nos
guiamos por las apetencias y el egoísmo. El bautismo no nos hace solo hijos de
Dios, sino que también nos hace miembros de la Iglesia, el cuerpo de Cristo que
vive en la historia. Dios ha creado una gran familia de hijos suyos, y ha dado
unos talentos a cada uno para que, como dice San Pedro, “que cada cual ponga al
servicio de los demás la gracia que ha recibido como buenos administradores de
la gracia de Dios” (1 Pe. 4, 10). Por tanto, somos responsables de compartir
con nuestros hermanos en Cristo todo lo que nos ha regalado el Señor. Y eso es
posible perteneciendo a una comunidad de fe (parroquia, movimiento, grupo de
oración, etc.), y participando en ella poniendo en juego los dones que Dios nos
ha dado, en comunión con la Iglesia y el Papa.
Así lo dijo el papa Benedicto XVI a los jóvenes en la JMJ de
Madrid en 2011: “No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a
tentación de ir por su cuenta o de vivir la fe según la mentalidad
individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar
nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él. Tener fe es
apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo a
otros” (21 de agosto de 2011).
Hagamos, entonces, como dice San Pablo: “¡Bendito sea el (…) Dios
de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder
nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con
que nosotros somos consolados por Dios!” (2 Cor. 1, 3-4). De este modo, que no
nos suceda como a Caín, que cuando el Señor le preguntó: “¿dónde está tu
hermano?”, respondió: “¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Gn. 4, 9). Al
contrario, conozcamos y amemos a aquellas personas y grupos que Dios nos ha
puesto en nuestro camino de fe, para no salvarnos solos, lo cual es casi
imposible, sino salvarnos con un buen grupo de hermanos.
Hno. Miguel Jiménez, EdMP
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