Cristo sonriente de Javier
Pero, ¿por qué
sonríe Jesucristo cuando está clavado en la Cruz? “Veréis a mi siervo
prosperar, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera. Del mismo modo
que muchos quedaron asombrados al verlo -pues tan desfigurado estaba que no
parecía un hombre, ni su apariencia era humana- así se admirarán muchas naciones;
ante él cerrarán los reyes la boca, pues verán lo que nunca les contaron y
descubrirán lo que nunca oyeron.” (Is. 52, 13-15)
Jesús, que
sufre, padece por cargar con todos los pecados del mundo entero, presentes,
pasados y futuros, soporta los insultos, flagelaciones, humillaciones, golpes,
traiciones, clavos, negaciones, y, estando clavado en la Cruz, sonríe. Cristo
en la cruz sabe que su Pasión y Muerte tienen un destino, que a pesar de todo
el dolor y sufrimiento ocasionados por los hombres y sus egoísmos, tiene la
misión de salvar al hombre del pecado.
Jesús sonrió al
pensar en ti y en mí, al saber que con su sacrificio iba a dar Vida Eterna a la
humanidad caída por el pecado, y la iba a levantar desde lo alto de la Cruz.
“Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto
confirma a tus hermanos.” (Jn. 22, 32) Sonrió también cuando miró a su Madre y
al Discípulo Amado y quiso regalar a los hombres a la Virgen como Madre; y al
saber que la muerte no iba a tener la última palabra, pues la victoria es del
Señor y de quien le sigue; por eso “El que habita en el cielo se ríe” (salmo
2). Y así, como dice el Padre Leocadio, el fundador de los Esclavos de María y
de los Pobres, “Más que cantar a la cruz, quiero llevarla cantando”. También pudo estar sonriendo Jesús cuando le
dijo al ladrón arrepentido: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Por último,
Cristo sonrió en la Cruz al decir al Padre: “Todo está cumplido”. Pues estaba
feliz de cumplir Su voluntad hasta el final. Que este amor loco de Jesucristo
por nosotros nos cautive a nosotros también, y nos encienda el corazón estando
así dispuestos a hacer la voluntad de Dios, y “servir al Señor con alegría” (salmo
100).
Hno. Miguel Jiménez, EdMP
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