5 de noviembre de 2017

El humor de Dios (V)

El humor de Dios en...  los mártires claretianos de Barbastro



El gozo y la paz son frutos del Espíritu Santo, y el humor les acompaña. Cuando hay alegría en el interior del corazón y el alma se encuentra en paz, el humor sale a la luz. De esto son ejemplo los 51 seminaristas claretianos que murieron mártires en Barbastro durante la revolución de Asturias de 1934.

Bajo la falsa acusación de esconder armas, los milicianos detuvieron a los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y les tuvieron encerrados en un colegio, salvo a los que llevaron al hospital o a la cárcel. Durante su prisión,  los seminaristas ingeniaron un modo de entretenerse: el "comité de la risa", haciendo un guiño a los comités formados por los revolucionarios. Algunos trataban de divertir a los demás con chistes, y el que consiguiese hacer reír más, se ganaba que rezasen un rosario por él. Los vecinos que pasaban cerca del colegio les veían alegres cantando y rezando. Cuenta Faustino Pérez, uno de los mártires, en su carta de presentación el buen humor y ánimo que mantuvieron los seminaristas, permaneciendo unidos: 

"Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro querido Instituto; cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia y, cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada; cuando van en el camión hacia el cementerios, los oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica y a ti, madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que inicie yo los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Morimos todos contentos, sin que nadie sienta desmayos ni pesares."

Los mártires de Barbastro son testigos, valga la redundancia, de que quienes tienen a Dios en su vida pueden conservar el buen humor y aliento en medios de las más grandes dificultades.

Miguel Jiménez

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